La llamada del reloj biológico

2999853889_d3e594308a_o

Tengo 32 años, y hasta hace 2 siempre miraba hacia el futuro pensando que los hijos podrían ser parte de él algún día, pero que ese era un proyecto que no corría prisa. No se si fué con la llegada del trabajo mas o menos estable o con la sensación de que mi relación de pareja iba viento en popa que en mi cabeza empezaron a hacer chispas un par de cables y derrepente me ví pensando en bebés.

Un año antes de eso, cuando mi hermana tuvo a mi preciosa sobrina, sentí un terror que me recorría todo el cuerpo nada más de ponerme en su lugar. Desde luego, yo no estaba preparada aún para enfrentarme a algo así. Mantener con vida a un ser tan frágil y darle todo lo que pudiera necesitar era tarea de una mujer hecha y derecha, según mi entender, y yo aún me sentía un poco niña.

Sin embargo, un día ese miedo empezó a desaparecer y en su lugar apareció una ilusión tremenda por estar embarazada. No se cómo explicarlo, aunque creo que si estáis leyendo esto sabéis de lo que hablo, quería saber lo que se siente cuando una vida crece dentro de ti.

Y así pasaron unos meses hasta que me decidí hablarlo con mi pareja, quien siempre había estado un poco en contra de tener hijos, para así comenzar a allanar el camino y que fuera haciéndose a la idea de que si quería que construyeramos un futuro juntos, mas le valía ir preparando el cuerpo y echando instinto paternal porque aquí tenía que haber tomate ya,¡ y cuanto antes!

Y así conversando e intentando ser lo mas sensatos posible dijimos que nos daríamos un año y medio antes de empezar y que en ese tiempo estabilizaríamos lo mas posible nuestra economía y nos casaríamos.

En ese tiempo, aunque mi cabeza estaba de acuerdo con ese trato, mi cuerpo se resistía a pensar que había que esperar tanto. Me daba hasta rabia tener que tomar anticonceptivos, y hasta los dejé, y empezamos a utilizar métodos relativamente arriesgados, ya sabéis a lo que me refiero. La consecuencia fué que cada mes pensaba que había una pequeña posibilidad de que un bichito se hubiera escapado y estuviera embarazada, después de todo mi madre se quedó embarazada de mi con un preservativo roto y justo despues de la regla. Osea, si eso no son pruebas de genética fértil, ¡que baje Dios y lo vea!

Y así pasaron los meses, cada vez que veía la regla llegar un petalo de mi flor se marchitaba. Con los preparativos de la boda conseguía distraerme un poco, y finalmente acordamos que la misma noche de bodas nos pondríamos a ello. ¿Cuántos días quedan? ¿Cuantas reglas quedan? ¿6? ¿Empiezo ya con el ácido fólico? ¿Me hago tablas de ovulación? ¿Qué es eso del moco fértil?

Tanto quería saber y preparar que hasta empezaba a sentir síntomas de embarazo, me hacía tests y , lo peor de todo, ¡veía rayitas imaginarias! Gracias a Dios, cuando empecé a echar un vistazo a los foros de fertilidad me di cuenta de que no era yo la única obsesa. Sé que siempre he sido un poquito impaciente, pero esto ya era otra cosa, esto era un ansia incontrolable.

Por fortuna todo llega, y el día de la boda llegó, y con el un pasito mas cerca de ser mamá. Ahora ya van dos meses buscando mi panzita, ¡no veo la hora! Cuando el reloj llama, llama de verdad. Es imposible ignorarle, es inaguantable, exasperante, es nuestro instinto en definitiva!

 

Deja un comentario